viernes, 27 de diciembre de 2013

Historia de Roma

Planta medieval de Roma.
La historia de Roma es la historia de la ciudad como entidad urbana y la historia de los estados e instituciones de los cuales ha sido capital o sede a lo largo del tiempo. Se puede dividir en prehistoria, Roma Antigua, Roma Medieval, Roma Moderna y Contemporánea; o bien en Roma Antigua, Roma Pontificia y Roma italiana contemporánea.
El período más fecundo de la historia de Roma en términos políticos, económicos, sociales y culturales fue su desarrollo en la Antigüedad. Fue la cabeza de un gran estado imperial y sede de una nación establecida en tres continentes. En su momento de mayor desarrollo el imperio creado por Roma alcanzó los 3,5 millones de kilómetros cuadrados y unos 70 millones de habitantes, entre ciudadanos y no ciudadanos. Roma fue, y sigue siéndolo, una de las ciudades más importantes de la historia. Se la ha llamado la “Ciudad Eterna”. Roma, junto a Grecia, ha sido la madre cultural de las modernas nacionalidades occidentales.
La historia posterior de Roma, sea en la Edad Media y en las épocas sucesivas, presenta un carácter más bien comunal, localista, y está casi siempre ligada a la historia del Pontificado, la de Italia y la de pueblos, reinos e imperios que intentaron (lo hicieron en ocasiones) ejercer dominio sobre la ciudad.
Con casi 3.000 años de historia, la ciudad es un buen ejemplo del desarrollo cíclico que puede tener una entidad urbana: un desarrollo geográfico y demográfico hasta el límite de lo posible (Roma Antigua), el estancamiento y el declive hasta casi desaparecer (Edad Media), y un nuevo desarrollo (Edades Moderna y Contemporánea). Pocas ciudades han tenido tal evolución y jugado a la vez un rol tan importante en la Historia universal, ya sea como crisol de civilizaciones o sede de importantes movimientos artísticos y de instituciones, tanto civiles como religiosas. La persistencia de esta ciudad y de su población, en medio de tantos avatares históricos, constituye un hecho destacado.

Prehistoria de Roma

Los primeros vestigios de asentamientos en la zona de Roma se remontan a la cultura del hombre de Neandertal.
En el área se hicieron muchos descubrimientos, el más antiguo de los cuales se refiere al sitio de Valchetta, con restos que datan de hace 65.000 años.
Las pistas siguientes se remontan a la Edad del Hierro y se relacionan con la llegada de la familia indoeuropea de naciones como parte de un fenómeno general de la migración que parece haberse llevado a cabo hacia la península italiana en dos oleadas sucesivas; la segunda correspondería al grupo latino-falisco.
Tanto faliscos como latinos ocuparon ambos el valle del Tíber. Su territorio limitaba con el de varios otros grupos de población, el más importante de los cuales fue el de los etruscos al norte del Tíber.
Los volscos, de origen osco, ocuparon la parte sur del Lacio mientras que los sabinos se instalaron un poco más al norte, al oeste de los montes Apeninos.
La ubicación de Roma se debió sin duda a su papel crucial en el servicio de la intersección de la vía acuática y terrestre que, a través del vado de la isla Tiberina, conectaba Etruria con Campania, o bien el mundo etrusco con el de la Magna Grecia. El área de Roma se fue constituyendo como un sector de encuentro de las diversas vías de comunicación que confluían en ella y cuyo recuerdo ha quedado registrado en el posterior trazado de importantes avenidas, tales como el punto de bifurcación de la Vía Apia y Latina.
El primer asentamiento pre urbano de Roma se constituyó en el Monte Palatino (existe evidencia de que éste se remonta al siglo XIV a.C.). Luego, la ocupación se fue extendiendo hacia el Quirinal y las colinas del Esquilino. Los restos arqueológicos han demostrado que a finales de la Edad del Bronce y comienzos de la del Hierro existía a lo largo del Tíber hasta Ostia una densa red de aldeas que poblaban las colinas adyacentes.
La ciudad se formó a través de la unión de las diversas aldeas, proceso que duró varios siglos, hasta desembocar en un verdadero centro urbano. La leyenda de Rómulo podría denotar al gestor de la primera unificación de los núcleos aldeanos en una sola entidad urbana.

El surgimiento de Roma y la civilización romana

Nacida como una humilde ciudad-estado, Roma aprovechará al máximo sus ventajas geográficas, sus fortalezas políticas, sociales, económicas y militares, expandiéndose territorialmente fuera del Lacio. Unificará Italia y todos los países que rodean el Mar Mediterráneo, formando el último y mejor organizado imperio de la Antigüedad; en el proceso difundirá por todas sus provincias la cultura latina mezclada con la griega y helenística, y echará las bases de la futura Civilización Occidental.

Fundación de Roma

La tradición clásica expresa que la ciudad se fundó en el 753 a. C. a orillas del Río Tíber por Rómulo y Remo, personajes legendarios hijos de Rea Silvia y el dios Marte; estos, de niños, fueron abandonados a orillas de río Tíber, donde fueron amamantados por una loba llamada Luperca (loba capitolina, símbolo de Roma) y luego criados por unos pastores que los tomaron como hijos propios. En el mismo lugar donde fueron amamantados por la loba, fundaron una ciudad. Rómulo más tarde mató a su hermano Remo por una disputa por el coste de la entrada a la ciudad, la que fue entonces llamada Roma (ciudad de Rómulo).
Lo que en verdad se sabe es que Roma fue fundada en forma progresiva por la instalación de tribus latinas en el área de las tradicionales siete colinas, mediante la creación de pequeñas aldeas en sus cimas, que terminaron por fusionarse (siglo IX y VIII a.C). La historiografía contemporánea considera errónea la antigua tradición romana de atribuirle la fundación a un único personaje como fue Rómulo; más histórica es la figura del rey etrusco Lucio Tarquinio Prisco quien le dio a Roma una verdadera fisonomía ciudadana gracias a su obra urbanizadora (finales del siglo VII a.C).

Desarrollo urbanístico durante la Antigüedad

El Coliseo romano. Una de las Nuevas maravillas del mundo.
Cuando los núcleos latinos que habitaban las colinas del Quirinal, Esquilino y Celio se fusionaron con los del Palatino, fortificaron el recinto habitado, y así se inició la primera fase de la Roma antigua hacia el siglo VIII a. C. (Roma Quadrata). Durante una segunda fase, el perímetro de la ciudad se extendió por el monte Capitolino y por un pequeño valle que lo separaba del Palatino (allí se emplazó el Foro romano). Del siglo VI a. C. son las principales construcciones: Palacio Real, Foro, Cloaca Máxima y Tullianum.
Hacia 510 a. C. se fundó el templo de Júpiter Capitolino, y de la misma época son los templos de Saturno (498 a. C.), de Cástor (484 a. C.) y otros. Siguió un período de gran actividad constructiva: templos, basílicas, acueductos y caminos consulares (Vía Apia, Vía Latina, Vía Flaminia, etc). Una extensa reorganización se llevó a cabo en la época de Augusto, bajo cuyo reinado se reconstruyeron templos y monumentos y se levantaron otros nuevos. El incendio de la ciudad en el 68 atribuido a Nerón -aunque otras fuentes lo desmienten-, hizo desaparecer gran cantidad de edificios, reconstruidos poco después por el mismo emperador.
La obra iniciada por Nerón fue continuada por sus sucesores: Vespasiano (Coliseo), Tito, Domiciano (renovación de los templos de Vesta, Augusto y Minerva, del Estadio, el Odeón, el Panteón, etc.). La obra de este último emperador fue proseguida por Trajano (Foro y Termas), Adriano (puente Elio, templos de Marciana y de Venus, Mausoleo, etc.), Septimio Severo, Caracalla (Termas). Aureliano dotó a Roma, en el siglo III, de las grandes murallas que llevan su nombre. En tiempos de Majencio se construyó la basílica homónima, y de Constantino, su sucesor, se conservan el Arco del Triunfo, las Termas Constantinas y las Elenianas.
Durante los siglos III y IV se mantuvo Roma en todo su esplendor, hasta el año 410, en que fue asaltada y saqueada por Alarico; a partir de este momento se inició su decadencia monumental.
Respecto a las cifras de población la ciudad alcanzaba los 300.000 habitantes para comienzos del siglo I a.C; en el inicio del siglo I d.C alcanzaba los 500.000 hab.1 La ciudad llegaría, en su máximo desarrollo demográfico, en plena época imperial (siglo II al III d.C), a una cifra estimativa que oscila entre el millón y el millón y medio de habitantes.

La Monarquía romana

La monarquía romana (en latín, Regnum Romanum) fue la primera forma política de gobierno de la ciudad-estado de Roma, desde el momento legendario de su fundación el 21 de abril del 753 a. C., hasta el final de la monarquía en el 510 a. C., cuando el último rey, Tarquinio el Soberbio, fue desterrado, instaurándose la República Romana.
Aunque los orígenes de la ciudad son imprecisos, parece claro que fue la monarquía su primera forma de gobierno, un dato que parecen confirmar la arqueología y la lingüística. La mitología romana vincula el origen de Roma y de la institución monárquica al héroe troyano Eneas, quien, huyendo de la destrucción de su ciudad, navegó hacia el Mediterráneo occidental hasta llegar al territorio que actualmente corresponde a Italia. Allí fundó la ciudad de Lavinium; posteriormente su hijo Ascanio fundaría Alba Longa, de cuya familia real descenderían los gemelos Rómulo y Remo, los fundadores de Roma.
Después de ser fundada por las tribus latinas de la región, la ciudad fue conquistada por otro pueblo itálico más avanzado: los etruscos. Este pueblo imprimió a Roma un sello cultural indeleble e hizo crecer la ciudad. Los etruscos legaron a los romanos sus conocimientos de ingeniería, su arte y el uso del alfabeto (que a su vez habían adaptado de los griegos). En esta época Roma fue gobernada por una serie de reyes de esa nacionalidad, siendo el más notable de ellos Servio Tulio (s. VI a.C), el cual la dotó de importantes instituciones sociales y rodeó a la ciudad de un cinturón amurallado que se mantuvo por varios siglos (las murallas servianas). El último rey etrusco fue Tarquinio el Soberbio, un verdadero tirano, cuyos abusos originaron la revolución de la nobleza romana en el año 509 a.C., expulsando a los etruscos y fundando la República.
De la dominación etrusca Roma salió convertida en una ciudad-estado semejante a las polis griegas. Con el tiempo Roma se convertiría en un estado territorial.

La República romana

Una muralla serviana, parte de las primeras murallas romanas.
La República (509 a. C. - 27 a. C.) fue una etapa de la Antigua Roma en la cual la ciudad y sus territorios tuvieron un sistema de gobierno ejercido por magistrados electos por asambleas de ciudadanos, en el contexto de un estado de derecho.

Gobierno y sociedad de la República romana

La monarquía romana fue abolida el 509 a. C., y sustituida por la República. Una característica del cambio fue que la administración de la ciudad y sus distritos rurales quedó regulada por el derecho de apelar al pueblo contra cualquier decisión de un magistrado concerniente a la vida o a las leyes (Derecho jurídico).
La República romana careció de una constitución política escrita, teniendo ésta un carácter más bien de Derecho consuetudinario; su ordenamiento y funcionamiento estuvieron dictados por los usos y costumbres de la clase patricia fundadora y de acuerdo con sus intereses oligárquicos. 2

La administración ejecutiva quedó dotada de imperium o poder omnímodo, el cual tenía un origen religioso que arrancaba del propio dios Júpiter. Los magistrados dotados de imperium -cónsules, pretores y, eventualmente, los dictadores- sólo lo ejercían extra pomoerium, es decir, fuera de las murallas de Roma. En consecuencia, tenía un carácter esencialmente militar. En la ciudad, mientras ejercían sus funciones civiles, los magistrados estaban sometidos a limitaciones legales y controles mutuos.
En esta etapa el gobierno de la ciudad estuvo en manos de las clases más ricas y nobles. Roma nunca llegó a ser una democracia como Atenas, debido a que las clases populares tenían escasa cultura cívica y delegaban siempre en la nobleza (los patricios) la solución de los asuntos de la ciudad. La República mantuvo siempre un gobierno oligárquico y plutocrático. Las veces en que el poder popular intentó, acaudillado por algún líder carismático (salido siempre de la aristocracia) competir de veras con la nobleza, fue derrotado en toda la línea (como fue la tentativa de los hermanos Graco, a finales del siglo II a.C).
En un comienzo, solo los patricios tenían derechos ciudadanos y formaron una serie de asambleas que elegían los diversos cargos de gobierno. A estas asambleas se les llamó comicios y elegían en forma anual las magistraturas de gobierno: los dos cónsules (que detentaban el Poder Ejecutivo y dirigían el ejército), y otras magistraturas (pretores, censores, etc). Junto a los comicios existía un poderoso cuerpo de gobierno llamado el Senado. El Senado era una asamblea formada por los patricios más importantes de Roma y era la institución que verdaderamente gobernaba la ciudad, sobre todo en materia de política exterior. Sus miembros no eran elegidos popularmente, si no que ingresaban por derecho propio y eran vitalicios. La soberanía del Senado y los Comicios quedaba expresada en la tradicional fórmula que adorna hasta hoy el escudo de Roma: SPQR ("Senatus Populusque Romanorum": el Senado y el pueblo de los romanos).
Más abajo en la escala social se encontraban los plebeyos. Los plebeyos, que en un comienzo eran de origen extranjero, se dedicaban a la artesanía, la agricultura, el comercio y los servicios en general, no tenían derechos cívicos. Generalmente, se reconocían como clientes de algún patricio: los plebeyos recibían protección a cambio de servicios.
La situación social iría cambiando con el correr de los siglos. La necesidades defensivas de Roma obligaron a los patricios a admitir en el ejército a los plebeyos, y luego a otorgarles derechos cívicos. Los plebeyos obtuvieron el derecho a voto en los comicios y el derecho a ser elegidos para las diversas magistraturas. De esta forma fueron obteniendo la igualdad política. A fines del siglo V a.C. los plebeyos más ricos y destacados pudieron ingresar en el Senado.
A mediados del siglo IV, las desigualdades políticas entre los romanos habían desaparecido, pero seguían existiendo las diferencias sociales y económicas, que a la larga nunca pudieron ser superadas y se agudizaron aún más. La mezcla de los plebeyos más ricos con los antiguos patricios formó una nueva aristocracia: la aristocracia patricio-plebeya u optimates. Esta clase será la que gobernará Roma hasta fines de la República.
Progresivamente Roma irá haciendo extensiva la ciudadanía a los habitantes de las provincias conquistadas, lejos de quedarse desierta como Esparta, la nación romana irá creciendo.
A finales de la República la situación social se había deteriorado bastante: las guerras de conquista produjeron grandes mortandades entre los pequeños propietarios que formaban el grueso de las legiones; su pobreza aumentó aún más debido a la acaparación de las tierras agrícolas italianas por parte de la aristocracia y por el aumento explosivo de la esclavitud. Los plebeyos, despojados de sus tierras, se convirtieron en una masa ociosa y llena de vicios que se concentró en las ciudades y fue conocida como el proletariado. Los proletarios vendían su voto a los aristócratas y ricos de Roma que participaban en la política. Los patricio-plebeyos que ocupaban el Senado, así como sus parientes, terminaron por formar una clase más y más cerrada que acaparó el gobierno y las mejores tierras: la clase senatorial.
Por encima de los proletarios se fue formando una clase enriquecida en el comercio y las guerras: los caballeros u orden ecuestre. Se mostraban resentidos con la clase senatorial y aspiraban a participar en el gobierno.

El poder militar romano y la formación del imperio

La Roma republicana fue un estado guerrero. La base de su poder fueron las legiones romanas. Las legiones de la época republicana eran unidades semejantes a los actuales regimientos de infantería formadas por ciudadanos-soldados y apoyadas por cuerpos auxiliares; muy flexibles, las legiones fueron la más eficiente fuerza militar de la Antigüedad, superando, incluso, a las falanges macedonias. Las necesidades de asegurar sus fronteras, conquistar nuevas tierras para instalar a sus ciudadanos y dedicarlas a la agricultura, defender a sus aliados, expandir su comercio, o la simple gloria militar, incitaron a los romanos a la expansión geográfica. Esto convirtió a la ciudad en un estado territorial y luego en un vasto imperio.
Roma conquista Italia
Al comenzar la conquista de Italia, ésta carecía de unidad en todos los sentidos. Una serie de pueblos -los itálicos- jalonaban la península de norte a sur. Roma emprendió largas campañas militares contra estos pueblos, derrotándolos e incorporando sus territorios al Estado; pero a la vez estableció sólidas alianzas políticas y militares con ellos, lo que permitiría su futura fusión. En primer lugar, los romanos invadieron la Etruria, y, dirigidos por el dictador Camilo, se adueñaron de la ciudad de Veyes (395 a.C) tras un largo asedio. Luego, vencieron a la liga latina (338 a.C). Más larga y dura fue la lucha contra las tribus samnitas de la Campania; tras una serie de campañas, con victorias y derrotas por ambos lados, el cónsul Curio Dentato obtuvo la sumisión del Samnio (finales del siglo IV). Distinto le fue con los galos, campaña en que Roma estuvo a punto de sucumbir (390 a.C): una banda de galos senones, dirigida por Breno, descendió de la Galia Cisalpina, derrotó al ejército romano, tomó la ciudad y la saqueó. Este primer "saco de Roma" tuvo como consecuencia la reorganización del ejército, lo que permitió al Estado reiniciar su política expansionista en breve. A comienzos del siglo III a.C Roma se enfrentó con las ricas ciudades griegas del sur de Italia y, a pesar de que éstas llamaron al general Pirro, discípulo de Alejandro Magno, en su defensa, terminaron por ser avasalladas por la nueva potencia. A mediados del siglo III a.C. Italia había sido conquistada por Roma.
Roma conquista el Mediterráneo Occidental
Los romanos tuvieron que enfrentar a la República de Cartago (siglos III y II a.C.). Cartago era un poderoso puerto fenicio ubicado en la costa de Túnez, en África. Se dedicaba al comercio marítimo. Roma y Cartago se enfrentaron en tres cruentas guerras llamadas las guerras púnicas.
En la primera guerra, a raíz de la hegemonía en Sicilia, Roma se vio en la necesidad de luchar por mar con Cartago, a la cual venció. Dirigidos por Lutacio Cátulo los romanos vencieron a los cartagineses en las islas Égates: Roma quedó dueña de Sicilia (241 a.C), y posteriormente de Córcega y Cerdeña.
En la segunda guerra (empezada hacia el 220 a.C) Roma estuvo a punto de ser vencida y aniquilada por Cartago, la cual, dirigida por el famoso general Aníbal, atacó a la República en pleno corazón de Italia. Roma sufrió las peores derrotas militares de su historia (batallas de Trebia, Tesino, Trasimeno y Cannas, entre 217 y 216). La República encontrará en la figura de Escipión el Africano al guía que enfrentará a Aníbal. Durante esta guerra comenzó la penetración de Roma en España y la Galia transalpina. Finalmente, Escipión llevó la guerra a la propia Túnez, donde derrotó en forma inapelable a Aníbal en la batalla de Zama (202 a.C). De golpe el imperio cartaginés pasó a manos de Roma, que se transformó en la potencia dominante en el Mediterráneo Occidental.
En la tercera guerra púnica, Roma, dirigida por el general Escipión Emiliano, sitió, tomó y quemó Cartago, destruyendo definitivamente su influencia (146 a.C).
Durante el siglo II a.C., Roma consolidó su presencia en España y Portugal, tomando, Escipión Emiliano, la ciudad de Numancia (133 a.C) y sometiendo a los celtíberos.
A finales de la República, Julio César, en el contexto de las luchas civiles, emprenderá la conquista de la extensa región de la Galia (actual Francia, Bélgica, Suiza, el sur de Alemania), derrotando y sometiendo a las tribus celtas (entre 58 y 51 a.C).
Roma conquista el Mediterráneo Oriental
Entre los siglos II y I a.C. los romanos derrotaron y conquistaron los estados helenísticos salidos de la división del imperio de Alejandro Magno: Macedonia, Grecia, Siria, y, finalmente Egipto.
El primero en sufrir los embates de Roma fue el reino de Macedonia. Los romanos, dirigidos por el cónsul Flaminio, deseosos de vengar la ayuda de ese reino a Cartago, vencieron a las falanges macedónicas en la batalla de Cinoscéfalos (197 a.C). Algunas décadas después, el cónsul Paulo Emilio volvió a vencer a Macedonia, que se convirtió en provincia romana (142 a.C).
Después le tocó el turno a Grecia. Debido al apoyo prestado a los macedonios, el cónsul Lucio Mummio atacó a Corinto, la saqueó y la destruyó. Hacia 127 a.C. Grecia era una provincia romana.
En forma paralela Roma penetró en Asia Menor y en Siria. Derrotó al rey Antíoco III de Siria en la batalla de Magnesia (190 a.C). Roma erigió en Asia Menor y el Medio Oriente, a lo largo del siglo II y I a.C, una serie de protectorados que a la postre se convirtieron en provincias.
La conquista del Mediterráneo Oriental se completaría con la ocupación de Egipto por obra del general Octavio, que destronó a su última reina, Cleopatra (siglo I a.C), mientras luchaba con su rival Marco Antonio por el dominio del Imperio.
A finales de la República se puede hablar de un imperio romano. Las provincias eran consideradas posesiones de explotación y fueron gobernadas por procónsules dotados de poderes omnímodos y cuyo único afán fue enriquecerse a como diera lugar.

Manifestaciones culturales de la República romana y su helenización

Durante la República se dio el fenómeno de la helenización de la primitiva cultura romano-latina. El contacto con los vencidos griegos y macedonios, cuyos territorios habían pasado a manos de la República, trajo como consecuencia la llegada de costumbres y formas culturales griegas y helenísticas a Roma. Los dioses latinos (Júpiter, Marte, etc), son identificados con los griegos, la literatura latina adquiere formas y temática griegas (el teatro griego), se populariza el idioma griego entre las clases altas y se desarrolla en ellas la tendencia al lujo y al derroche, llegan a Roma profesores y filósofos griegos a enseñar, etc. Roma difundirá por su imperio su cultura, mezclada con la griega y helenística.
Arte
Las primeras manifestaciones del arte romano nacen bajo el influjo del arte etrusco, enseguida contagiado por el arte griego que los romanos conocieron en las colonias de la Magna Grecia del Sur de Italia y que Roma conquistó en el proceso de unificación territorial de la península, durante los siglos IV y III a. C. La influencia griega se acrecienta cuando, en el siglo II a. C., Roma ocupa Macedonia y Grecia.
Fueron característicos del arte romano el uso del arco, la bóveda y la cúpula en las obras arquitectónicas, y la escultura realista, los bajorrelieves y los mosaicos en las artes plásticas y decorativas.
El arte romano antiguo tendrá profunda influencia en el futuro posterior, inspirando el clasicismo renacentista y en el neoclásico contemporáneo, especialmente en los aspectos arquitectónicos y escultóricos.
Literatura
En muchos aspectos, los escritores de la República romana y del Imperio romano eligieron evitar la innovación en favor de la imitación de los grandes autores griegos. La Eneida de Virgilio emulaba la épica de Homero, Plauto seguía las huellas de Menandro, Tácito emulaba a Tucídides, Ovidio exploraba los mitos griegos. Por supuesto, los romanos imprimieron su propio carácter a la civilización que heredaron de los griegos. Sólo la sátira es el único género literario que los romanos identificaron como específicamente suyo.
Religión y mitología
La religión romana antigua se basó en la creencia en una deidad superior -Júpiter- y en otras menores (Marte, Juno, Quirino, Minerva, etc.) agrupados en tríadas según la época (al principio: Júpiter-Marte-Quirino; después, Júpiter-Juno-Minerva). Júpiter fue apropiado por los romanos en términos de dios nacional, en detrimento de los latinos, que lo veneraban en común. La voluntad de Júpiter era la base del Derecho, y su voluntad, así como la de los otros dioses, debía ser descubierta por adivinos, sacerdotes y augures. Su culto público estaba en manos de colegios sacerdotales especializados, presididos por el pontífice máximo. Existía un culto privado a los espíritus de los antepasados (lares, manes, penates).3
Durante el Imperio se desarrollaron cultos provenientes del Oriente que prometían la trascendencia y la vida eterna, tal como el de Mitra y el cristianismo. Por su parte, Júpiter llegará a ser interpretado en el Bajo Imperio en términos casi monoteístas por efecto de la filosofía neoplatónica y el paganismo tardío en su competencia final con el cristianismo.
El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy conocida sobre su dolor debido al rapto de su hija Perséfone a manos de Hades; los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupada en una tríada con otros dos dioses agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones especializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor (cosecha), Convector (transporte), Conditor (almacenaje), Insitor (siembra) y varias docenas más.
La educación
De acuerdo con el investigador Indro Montanelli, en cuanto a la educación, el hijo varón era generalmente bien acogido, además de que los romanos tenían la creencia de que si no dejaban a alguien que cuidase de su tumba y celebrase sobre esta los debidos sacrificios, sus almas no entrarían en el paraíso. En la educación, la religiosidad más que una mejora de vida romana, le enseñaba al chico romano disciplina que usaría para fines prácticos e inmediatos, así como el manejo de la siembra y agricultura. Cuando el individuo romano aprendía a deletrear y tener conocimiento sobre sus leyendas regionales, pasaba al aprendizaje de las matemáticas y la geometría. Las primeras consistían en sencillas operaciones de cálculo, basándose en escritos y números que solamente eran imitaciones. En cuanto a la geometría, permaneció de manera antigua, sin embargo sufrió cambios en el momento en que los griegos comenzaron a enseñarla. Los padres romanos preferían fortalecer el cuerpo de sus hijos poniéndolos a trabajar en propiedades en donde se aplicase la azada y el arado, de manera que en el futuro éstos aplicasen esa fuerza en el Ejército. Por este modo de educación, no era necesaria la utilización de la medicina, porque los romanos consideraban que no eran los agentes infecciosos los que provocaban las enfermedades, sino los dioses.

El fin de la República

Al obtener el dominio del Mediterráneo la mayoría de las actividades económicas -comerciales, industriales y mineras- fue apropiada por los ricos comerciantes romanos provenientes de la clase ecuestre, quienes desarrollaron un intenso capitalismo monetario y esclavista.
La Pax romana imperial consolidó el gran comercio mediterráneo con ramificaciones intercontinentales, importando y exportando productos que llegaron hasta la India y China. Roma se convirtió en el primer centro comercial del mundo.
A medida que avanzó el Imperio, la riqueza y las actividades económicas se fueron concentrando más y más en las provincias orientales, en detrimento de las occidentales, lo que anunciaba la decadencia económica de éstas.
La República romana terminó en medio de grandes guerras civiles.
a) Situación social y política en el siglo I a.C.
La sociedad romana estuvo muy condicionada por el desarrollo económico del Estado. En un comienzo la base primordial de la economía en la Antigua Roma fue la posesión y explotación de las tierras agrícolas circundantes, propiedad de los patricios y de pequeños parcelistas plebeyos. En la medida que la República fue extendiendo su dominio sobre Italia y la cuenca del Mediterráneo, Roma entró en el circuito del gran comercio, beneficiándose con la afluencia de productos agrícolas -especialmente del Norte de África- y artesanales a bajo precio. A la larga, la economía italiana se resintió debido a la competencia de las provincias conquistadas; esto tuvo hondas repercusiones sociales al hacer prácticamente desaparecer a la clase media campesina y creándose extensos latifundios trabajados por una gran masa de esclavos. Los campesinos sin tierra debieron emigrar a Roma y las grandes ciudades de Italia, convirtiéndose en proletarios y engrosando la clientela de los políticos profesionales que luchaban por el poder.
A fines de la República la situación de Roma en lo social y político era muy compleja. Las diferencias sociales seguían ahondándose. Frente a la gran masa de proletarios pobres se encuentra una clase de ricos comerciantes e industriales (el orden ecuestre o de los caballeros) y otra que acapara el poder político para sí (la clase senatorial). El fenómeno de la esclavitud se da en gran escala como consecuencia de las guerras de conquista. Tales dimensiones alcanzó esta práctica que llegó a poner en aprietos al propio Estado, como fue la furiosa rebelión de gladiadores esclavos, en demanda de su libertad, encabezada por Espartaco (Italia, primera mitad del siglo I a.C) y que fue sofocada tras una ardua guerra por los generales Craso y Pompeyo.
En lo político, las instituciones que servían para gobernar Roma cuando ésta era una ciudad-estado ya no son aptas para gobernar un extenso imperio. La brevedad del mandato de los cónsules y las otras magistraturas hacía ineficiente el gobierno de extensos y lejanos territorios. Los comicios, que sólo funcionaban al interior de la ciudad, perdieron su eficacia cuando Roma se transformó en un estado territorial, pues la mayoría de ciudadanos se esparcieron por Italia y las provincias y ya no pudieron participar en las elecciones. En la práctica, los comicios se habían transformado en una asamblea corrupta formada por los proletarios de Roma que vendían su voto al mejor postor.
Por su parte, el Senado era incapaz de hacer reformas democráticas debido a su composición aristocrática y acaparaba casi todo el poder para sí.
b) La intervención del ejército y los generales.
La necesidad de levantar grandes ejércitos acostumbró a los generales a ejercer el poder personal y a desobedecer al Senado. La composición del ejército había cambiado: de un ejército formado por ciudadanos-soldados, reclutados por un cierto tiempo, y leales a la República y sus instituciones, se pasó a uno formado por soldados profesionales, más leales a sus jefes que a Roma.
La necesidad de gobernar extensos territorios hizo necesaria la existencia de un fuerte poder central que la República no podía ofrecer. Los primeros que se atrevieron a ejercer el poder personal fueron los generales Mario y Sila, los cuales, apoyándose ya sea en los elementos populares, en la clase senatorial o en los caballeros, lucharon encarnizadamente por el control de la República. Pero el primero que se atrevió sin tapujos a declarar su aspiración a la realeza fue Julio César. En medio de una gran guerra civil, César venció al general Pompeyo y sentó las bases de una nueva monarquía, mas fue asesinado por los republicanos descontentos (44 a.C.). No obstante su asesinato, sus partidarios, entre los que destacaban los generales Marco Antonio y Octavio, se reagruparon y vencieron definitivamente a los republicanos en la batalla de Filipos (42 a.C.). A partir de este momento la República quedó sepultada y ambos generales se repartieron el imperio.
No tardaría en estallar una última guerra civil en la cual venció el general Octavio sobre su rival Antonio en la decisiva batalla de Accio (31 a.C). Octavio asumió el título de emperador y un nuevo nombre: Augusto.

El imperio romano

El Imperio fue la tercera etapa del desarrollo de la Antigua Roma y en que la principal institución política del Estado fue la Monarquía imperial, formada por el emperador, sus ministros, consejeros y gobernadores provinciales. La evolución de la Monarquía imperial en Roma tuvo dos etapas:
a) El Principado (siglos I y II d.C.)
También ha sido llamada esta etapa Alto Imperio. En esta etapa los emperadores mantuvieron la ficción de la existencia de la República, dejando funcionar algunas instituciones como el Senado, los Comicios y los cónsules. Pero el emperador se reservó el derecho de comandar los ejércitos y proponer los candidatos a las magistraturas y al Senado. El más importante emperador del Principado fue Augusto. Augusto consolidó la Monarquía imperial; él fue el "Princeps", es decir, el primero de los ciudadanos, pero también el "Imperator", es decir, el jefe supremo de las fuerzas armadas, por lo tanto, el verdadero detentador del poder político supremo; también recibió los títulos de "Pontífice Máximo" y "Padre de la Patria". Augusto gobernó directamente las provincias "imperiales" (aquellas fronterizas y con presencia militar) mediante sus legados, y en forma indirecta las "senatoriales" (las más interiores y pacificadas) a través de la gestión del Senado.
Durante el largo reinado de Augusto la cultura romana llegó a su apogeo. Augusto reforzó las fronteras del Imperio (los ríos Rin y Danubio fueron el límite Norte, y los ríos Éufrates y Tigris el límite Este). Terminó con la política de “el mundo para Roma” e impulsó una nueva: “Roma para el mundo”; en otras palabras, terminó con la explotación y abuso a que estuvieron sometidas las provincias durante la República y favoreció el progreso de las mismas. Augusto favoreció las artes y las letras, protegiendo a poetas y literatos: Horacio, Virgilio, Livio, etc.
Augusto murió en el 14 d.C. y fue sucedido por su sobrino Tiberio. Bajo el gobierno de Tiberio fue crucificado en Palestina Jesús de Nazareth (33 d.C.). El cristianismo, la nueva religión fundada por Jesús, hizo progresos decisivos en el siglo I, alcanzando a la misma Roma gracias a la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo, quienes pronto morirían víctimas de la primera persecución decretada por el emperador Nerón. El cristianismo predicaba la igualdad entre los seres humanos y negaba la divinidad de los emperadores, el culto a Roma y la mera existencia de los dioses paganos. A pesar de que Roma era tolerante con las religiones extranjeras, la actitud de los cristianos sería considerada disolvente para el Estado; en breve, el cristianismo se atraería la hostilidad de las autoridades imperiales.
Los emperadores que sucedieron a Augusto llevaron al Imperio a su máxima extensión territorial. Claudio conquistó Britania (s.I d.C), y Trajano (siglo II d.C) conquistó Dacia (actual Rumania) y Mesopotamia.
La Monarquía imperial fue ejercida por sucesivas dinastías: durante el siglo I d.C el Imperio fue gobernado por la dinastía Julio-Claudia, a la que perteneció Augusto, y descendiente de la más antigua aristocracia patricia de Roma. Pero con el correr del tiempo accedieron a la Monarquía dinastías de origen itálico y provincial (los Flavios y los Antoninos). La forma de designar al sucesor del emperador era mediante su preparación previa, su consagración por el Senado y el ejército, fuese en vida o después de muerto su antecesor; durante el siglo II se practicó el sistema de adopción del personaje más capaz; esta última forma dio excelentes gobernantes. En el peor de los casos la sucesión fue mediante el derrocamiento y el asesinato (ej: el asesinato de Calígula).
Roma fue gobernada por una serie de emperadores destacados, recordados la mayoría por su buen juicio, humanitarismo y sus políticas progresistas en beneficio de la ciudad y sus provincias: Tito, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio. Durante el gobierno de Tito (s. I d.C) Roma destruyó el Templo de Jerusalén y tuvo que afrontar las consecuencias de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y otras ciudades de la bahía de Nápoles. Trajano (s.II d.C) llevó los límites del Imperio a su máximo; a partir de él Roma se dedicará a consolidar y defender sus conquistas. Adriano (s.II d.C) estabilizó las fronteras y su gestión se caracterizó por las grandes obras públicas (ej: el muro que lleva su nombre en Britania). Antonino Pío (s.II. d.C) consolidó la Paz Romana. Marco Aurelio (finales del siglo II), el "emperador filósofo", se vio en la necesidad de combatir a los bárbaros del otro lado del Danubio, derrotándolos en forma inapelable.
Otros emperadores, como Calígula, Nerón y Domiciano, todos del siglo I d.C, se caracterizaron por su crueldad y locuras. Intentaron imponer un concepto de absolutismo imperial de carácter divino, prematuro para la mentalidad todavía republicana de los romanos, lo que provocó la reacción en el Senado, en el pueblo y en el ejército. Fueron derrocados: Nerón se suicidó, mientras que Calígula y Domiciano murieron asesinados.
b) El Dominado (siglos III y IV).
También ha sido llamado Bajo Imperio. En esta fase los emperadores se transforman en monarcas absolutos, toda ficción de república desaparece. El Senado mantuvo un carácter de institución asesora; los emperadores llegaron al extremo de hacerse adorar como dioses. Los principales emperadores fueron Septimio Severo, Caracalla, Alejandro Severo, Aureliano, Diocleciano, Constantino (el primer emperador cristiano), Juliano, Teodosio.
Marco Aurelio fue sucedido por su hijo Cómodo, el cual gobernó en forma excéntrica y con despreocupación por la administración y la política exterior. Su derrocamiento y asesinato (192 d.C) marcó un punto de dislocación del Imperio, pues a partir de ahí comenzó la intervención del ejército en la elección de los emperadores. En la guerra civil que siguió a la muerte de Cómodo, el ejército apoyó Septimio Severo, quien empeñó las fuerzas de Roma en la guerra contra el Imperio Parto, al cual venció, saqueando su capital Ctesifonte; Severo tuvo una actitud hostil hacia el Senado, al que persiguió duramente; así mismo, comienza la política de favorecer económicamente al ejército como un medio de conservar el trono. Severo fue sucedido por Caracalla (211), quien mandó matar a su hermano Geta y realizó ejecuciones masivas entre los partidarios de éste; pero también reconoció, como consecuencia de una lógica evolución social, la cualidad de ciudadano romano a todos los hombres libres del imperio. Alejandro Severo, que sucedió un tiempo después a Caracalla, tuvo que hacer frente a la agresión del renacido Imperio Sasánida de los persas, el que había reemplazado al Parto en Irán; fue el primer emperador romano que tuvo cierta tolerancia hacia el cristianismo, y representó los últimos restos de autoridad civil sobre el ejército. A partir de su asesinato (235), la Monarquía cae en manos de los generales y Roma se precipita en un confuso período que duró unos sesenta años y que ha sido denominado la "Crisis del siglo III". La mayoría de los emperadores tuvieron el carácter de "emperadores-soldados" y su reinado fue efímero, siendo en la mayoría de los casos, derrocados y asesinados por su sucesor o los soldados.
Durante la crisis del siglo destaca la figura de Aureliano (asesinado en 275), el cual puso coto a las incursiones germánicas en territorio romano y logró la unidad del Estado al reintegrar al dominio imperial las provincias de la Galia, la cual se manejaba en forma autónoma a consecuencia de los desórdenes generados.
La crisis será superada por Diocleciano, el cual intentó dar al Imperio una administración más ágil, creando el sistema de la Tetrarquía imperial. Mediante este sistema se dividió al Estado en cuatro partes, a cargo de "césares" y "augustos" que tenían el deber de ayudarse y sucederse mutuamente. Pero el sistema fracasó debido al desarrollo del principio dinástico. A la muerte de Diocleciano su sistema naufragó en medio de la guerra civil, guerra de la cual salió vencedor Constantino el Grande.
A Diocleciano se lo recuerda, también, por haber desencadenado la mayor de las persecuciones en contra de los cristianos, persecución que fracasaría y haría comprender a Roma la necesidad de transigir con el nuevo poder que representaba la religión de Cristo.

La romanización de Occidente

En los dos siglos que siguieron a la muerte de Augusto el imperio realizó una intensa labor civilizadora, especialmente sobre las provincias occidentales (Galia, Britania, España). La cultura romana ya no quedó limitada a Roma e Italia, sino que se extendió hasta las más lejanas provincias fronterizas. La fundación de ciudades y campamentos militares fueron la base de la romanización. Roma impuso su idioma -el latín-, y sus leyes a los pueblos conquistados. Una red de caminos y carreteras unía a las provincias con Roma. Las provincias se llenaron con templos, acueductos, termas, basílicas y otras notables obras de ingeniería y arquitectura que se caracterizan por su utilidad, su solidez y su grandiosidad.

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